Desde EnMadriz, queremos dejar claro que nuestra intención no es pisar terreno a nadie, ni es nuestro propósito competir con páginas especializadas en la actualidad futbolística, y mucho menos con aquellas partidarias de alguno de los grandes equipos madrileños. Pero no podemos terminar esta semana sin hacer una mención especial al derbi que los madrileños vivieron intensamente en los bares y en sus casas, mayoritariamente.
El partido, cuyo resultado los atléticos consideran injusto y los madridistas, insuficiente, comenzó con un temprano gol de Van Nistelrooy en el tercer minuto. Todo indicaba a que se repetiría la pasada goleada sufrida por el Atleti en el Calderón contra el Barça tan sólo hace dos semanas. Ya podían caer unos cuantos, si la cosa empezaba así.
En un bar de Palos de la Frontera, donde suelo ir a ver los partidos de fútbol en los que preveo que va a haber chicha, la afición blanca ya se animaba y los camareros, entre los que hay atléticos y madridistas e incluso algún culé, no daban abasto. Cañas, tapas, algún vaso de agua, jarras de cerveza con limón... Tres televisores dentro del bar y otro para la terraza. Gente, gente y más gente pidiendo cervezas... unos, los más, para vivir su momento de gloria; otros, los menos, para afrontar más fácilmente la que se venía encima.
En el minuto 37 el Madrid se queda con uno menos. Precisamente, es Van Nistelrooy, quien hubiera comenzado lo que se esperaba fuera una goleada, era mandado a la ducha tras una dura entrada a Maniche. El público del bar y el delantero blanco coinciden: el árbitro se equivocó. La diferencia son las formas. De nuevo, el árbitro pitaba contra el Madrid. "Ni haciendo trampas ganáis", se oía.
El partido continuó hasta el minuto noventa. El árbitro ya había cometido tres errores claros (clarísimos para un madridista): la expulsión de Van Nistelrooy y dos goles anulados del Madrid. Fallos arbitrales aparte, lo que sí está clarísimo es que se llegó al minuto 89 con el mismo resultado con el que se empezó: 0-1. No era la goleada que se esperaba, ni la de hace dos semanas, pero era una victoria más para el Real Madrid, una demostración de que los derbis madrileños tienen un claro vencedor.
Pero como hasta el rabo todo es toro, nunca está de más esperar para cantar victoria. Cuando sólo restaban los minutos del descuento para terminar el partido, Simao batió a Casillas con una falta muy bien lanzada. En este momento ni la suerte, ni la calidad de los jugadores, ni lo igualado que había sido el partido eran causas importantes del resultado: para la afición blanca que tenía más cercana en el bar, "con 10 jugadores y dos goles anulados, ya os vale". Las camisetas rojiblancas comenzaban a dejarse ver. Con el árbitro a punto de dar el pitido final, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Parecía que sí, que esta vez no se llevarían los de siempre el gato al agua, que ser del Atleti no es tan mala idea.
De nuevo, si se me permite, hasta el rabo todo es toro, y con seis minutos de descuento por problemas musculares del árbitro, no se puede cantar victoria (empate en este caso) hasta que caminas hacia los vestuarios. Drenthe, muy fresco, supo provocar un penalty en el último minuto, que se encargó Higuaín de transformar en gol.
El partido terminó como empezó, y una vez más se confirmó que el Atlético de Madrid es equipo de sufridores, y que los grandes ganan cuando de verdad tienen que hacerlo.
viernes, 17 de octubre de 2008
El derbi vivido entre cervezas
Etiquetas:
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